La escultura irrumpe en su vida de forma definitiva durante la década de los 70. Sin darse cuenta, cada vez son más las horas que pasa en su taller. Hasta que un día, la escultura es su vida.
Al principio fue una necesidad. Una pulsión creativa propia la que le llevó a buscar las figuras, las formas, que el barro y la madera escondían. Creaba obras para él, que de pronto, se convirtieron en obras para los demás.
Coleccionistas y amantes del arte que le convencieron para que su trabajo viajara para quedarse en Madrid, Colonia, Barcelona o Manchester.
Hoy José Ramón Sala continúa dando forma al barro o a la madera con sus manos desde el taller de casa en su Alicante natal. Cerca del mar Mediterráneo que lo vio nacer. Alimentando su inquietud por moldear la materia, por transformarla.
Como artista, José Ramón Sala, colabora de forma habitual con el prestigioso ceramista Roque Martínez para la cocción de sus obras y con la fundición madrileña Arte 6 para realizar sus esculturas en bronce.
A veces montada en un impulsivo caballo. Otras nacida del diálogo pausado y sereno con la observación. Es la inspiración la que elige como presentarse ante el artista.
La obra de José Ramón Sala no esconde sus influencias mediterráneas. Apasionado por el cuerpo humano, su escultura se debate entre la armonía y el equilibrio de los clásicos griegos y la exploración de las posibilidades expresivas del ser humano.
Un trabajo en el que la gubia y el formón son los callados confesores que escuchan al artista en su diálogo con la madera. Mientras que los pulgares, a través del barro, canalizan una fuerza creativa nacida del amor hacia la escultura. De la creencia en el arte como impulso vital que transforma la materia más elemental y humilde.